jueves, 20 de febrero de 2014

Pasó el frío verano derramando sus diluvios sobre las montañas, observando el vacío haciéndose amiga de todo lo nuevo que hasta entonces no veía, después de tanto llover sus cristales ya estaban limpios y ahí el dolor. Había sido como un sueño, de esos en que finalmente se encuentra lo que se busca y cuando entra en el corazón se disuelve en la nada, en la triste consciencia cotidiana del "así es la vida", entonces se quedó ahí, aunque por siempre resonaron las palabras esperanzadoras de un viejo sabio. Entonces llego el otoño, pero fue un otoño feliz, el primero de su vida, ya aceptando que las hojas secas debían caer y que a veces las verdes morían también y así el tronco seco durante el invierno congeló los recuerdos para que reinvente un pequeñísimo brote de un posible presente y ahí estaba. Se cumplió un año, nunca recordaba las fechas de los cumpleaños pero nunca olvidó el día en que le dijo adiós y sintió de verdad partirse al medio entre lo que era y lo que quiso ser. Pero ya vestida de primavera una chispa de vida la llamaba todos los días y la empujaba a seguir.

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