martes, 11 de febrero de 2014

Agua, jabón...agua que cae el jabón que dibuja, agua que refleja mis ojos distraídos. Mis manos, cansadas manos, cansadas de dar sin nada a cambio, cansadas de esperar en vano. Llovió, el pasto tierno esconde la tierra mojada, el sol entre nubes no sabe si irse o quedarse, no se si moverme o aquietarme. La ropa húmeda, de nuevo mis dedos, me llueve adentro la lágrima y digo "mi alma llora pero estoy feliz" porque conozco mi esencia aunque por momentos la olvide. La soga también está triste, gotea, igual cuelgo las telas, el sol entra justo en mi ojo izquierdo. Me quedo sintiendo. Vuelvo al agua que me contiene, sueño seres antiguos que me juzgan, sueño seres aburridos monótonos con olor a humedad. Vuelo, me elevo, dejo a esos seres. Estrujo una campera vieja, concluyo en que de nada vale estrujar algo que ya dio lo que podía dar en ese preciso momento. Simulo una sonrisa mi abuelo me habla "atrás del árbol de mandarina hay más de cien hongos"...le contesto como si fuese un niño, no se por qué y me recuerda a cuando yo era niña, entonces ato hilos, le debo parte de mi sabiduría a él, quien descubrió ante mi la felicidad y simplicidad de las pequeñas cosas, contemplar la belleza en todo aquello que nos brinda este Universo, las plantas, los animales, el viento, los arboles, el cielo, las estrellas...y lo más importante reconocerse parte de ellos y con ellos, unirse. Observo los hongos con detenimiento, ya no me sorprenden como cuando era chica que creía que encerraban grandes misterios...de hecho así es, hoy veo el sombrero y no la boa digiriendo a un elefante, sin embargo en esa superficialidad cotidiana me detengo en uno que parece maltratado, le faltan partes, está como seco. Me miro en él, yo soy él, él soy yo.


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