martes, 22 de mayo de 2012

Déboulés

En contacto con el fuego,
el cúmulo de carne comienza
como el hielo a derretirse.

Perece toda pesadez, se dispersa el alma.
Hay una transformación continúa en el aire,
el viento está celoso de que ocupen su lugar
con esta anomalía.

El cuerpo que se deshace en el espacio,
y en el mismo lapso se acopla a él,
es el cuerpo que no piensa,
que sólo se deja embeber con la poción del tiempo.

Mientras su energía vital se acelera,
la unión con el cosmos comienza,
y la conexión se hace en cada paso más imperceptible.

Esta locura de amor,
no domina otra forma de presentarse,
ocurre así, sucede a veces, cuando en su declinación
el sol entra justo por la ventana secreta,
despertando con su halo de luz
las alas del espíritu adormecido,
activando las fuerzas motoras
que producen este desgarro de la gravedad.





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