jueves, 15 de mayo de 2014

Naranjas ácidas

Me quedan quince minutos, exprimí tres naranjas mientras hablaba por teléfono con un amigo, le puse unas cucharadas de avena al jugo y revolví, me arde la lengua, algo está exagerado, el sabor habitual se esfumó. Las frutas cambian, el segundero marca el paso agitado de estos días, entre uno y otro surgen tantas dudas como deseos, Eros cae ante mis pies para abrirme el camino, librarlo de cualquier estorbo, lo que no sirve se autoelimina para transmutar en planetas lejanos. Hola, buen día mundo cruel, hoy me levanté una vez más sin mirar tu patética careta de miedo, más allá de tus ilusorios limites existe todo lo que conocemos cuando nos conocemos, crecer fortaleciéndose cicatrizando rápidamente cada herida y crear espacios para ser libre, de eso se trata, una parte. Ya pasaron cinco minutos, me quedan diez, tengo que encontrar las cosas que anduve perdiendo o dejando ir porque ahora las necesito de nuevo. Las ventanas quedarán abiertas porque no las pienso cerrar aunque me voy a ir un poco lejos quizás, si hablamos de distancias terrestres y subjetivas, porque me iría más allá, como alguna vez lo hice y volveré un día para quedarme ahí hasta cumplir algún ciclo que desconozco. Las naranjas poseídas van a quedar ahí también, ocupando medio vaso con su falso dulzor y con mi estómago casi vacío preparándose para tensionarse levemente me voy.
Y en un rato ya me habré ido.


No hay comentarios:

Publicar un comentario