domingo, 5 de enero de 2014

Algunas cerezas son dulces, las llevo a mi boca y pienso en nada, las muerdo despacio hasta encontrar la dureza de su carozo, lo saco, sigo masticando la parte tierna, queda solo una, es la última es ácida pero me gusta igual porque no hay más. Son la una de la mañana, hace calor, mi gata duerme en el sillón, detrás de la ventana cerrada está mi calle, la que nunca pavimentaron la que huele a tierra mojada y aunque me embarre me gusta igual. Ella se fue, ella también se fue pero más lejos, ella desapareció del planeta, de verdad. La muerte, la petite mort y Mme. Lamort, jamás desaparece el asombro ni la pregunta, ellas hacen que todo sea eterno. Eterno retorno.

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