miércoles, 12 de marzo de 2014

Madriguera

Y aunque pensaba que iba a tener un final feliz fue más triste que su mirada de resignación ante el destino, el oráculo ya había cantado el veredicto: hay sentimientos que no crecen aunque todo cambie, "abortecen". La aceptación de los días grises-arcoiris la hacían creerse soleada, era ver sin ver el copo de azúcar rosada y todo estaba bien cuando tenía 5 o 6 años...más tarde tenía 20 y 3 de decepciones continuas. Sin pausa y con prisa se anunciaba la llegada de cada tornado que destruía su casita de caracoles cada vez que la armaba, cada vez que amaba. Tal vez si no se hubiese descubierto al mundo hoy meditaría sin tantas dificultades, ya no esperaba ni tampoco reía sin sentirlo, vivía lo que la vida le entregaba sin hacer juicios. Tenía una cueva-huevo donde su compañera lunática la abrigaba y la cuidaba de los fantasmas que deambulaban por esas playas del Pacífico. Una noche de flor creciente la avispa del océano salió enfurecida de su casilla y la fue a visitar con un cd de música indie-pop que ella no conocía, le convidó con frutos exóticos del fondo del mar, estaba calmada porque este ser oscuro y de alas retorcidas había tomado un tornasol rosaverdosoviolaceao y ya todo parecía natural. Dibujaron nuevas constelaciones y el Universo algo incómodo parecía rendirse a la nueva forma de la galaxia androginia pero cuando amaneció se dio cuenta que todo había sido producto de la picadura, una alucinación que se volvió crónica con el pasar de los días y los meses y los años. Oportunamente seres delgados llegaban para hacer avistajes de algunos noctámbulos que emergían a la superficie de las aguas una vez cada trescientos años. Amatista ya estaba harta del bullicio que hacían y mandó a que les abran los sesos con bisturís de plata y le infiltraran la luz del sueño para que dejaran dormir a ella y a duende blanco en su cucha caracoleada, madriguera de corazones deshauciadxs.

No hay comentarios:

Publicar un comentario