miércoles, 11 de marzo de 2015

Ella cerró sus ojos cayendo en un sueño profundo e ingenuo,
mientras Sara repetía como un mantra
"el reloj se paró, el reloj se paró, el reloj se paró",
había pasado eternas noches luego de la extraña tormenta solar
poco quedaba en pie y el mar era de lava roja.
Todo se derrite y va quedando nada.
Las hojas hablan en un lenguaje desconocido,
cuando el mundo crezca por suerte ya me habré ido.

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