viernes, 24 de agosto de 2012

No llores Ofelia.

Solía llevar en su mirada un brillo de cristales multicolores,
su alegría era una canción que alumbraba al sol,
su andar era un viento fresco convertido en alas.

Enterrada en el encierro de las aves que ya no buscan la libertad,
forjó sus pequeños sueños en el sentir inerte de los desesperados.

Enamorada del pavor que le generaba su dolor,
llevaba consigo la ilusión que se crea en el vacío,
vivía en la vigilia eterna.
Desenfrenada, desamparada.

No conocía el ruido del mar en calma,
ni el canto de los pájaros mutantes.
No había descubierto nunca sus ojos,
pero reía sin parar cuando bajo su negro velo,
develaba los misterios más profundos.

Ella solo esperaba ver el amanecer,
pero la llegada inesperada de la oscuridad
la ayudó a desvanecer lentamente,
cayó desnuda dejando ver entre los pliegues de su vestido,
las transparencias de su ayer.
Aturdida por su llanto la noche enmudeció.

Fue solo un momento de vacilación antes del desgarro,
poseída por la ternura de la muerte,
se entregó a las fuerzas venenosas que engendraba
en su vientre mal constituido.

Había una vez que nunca fue,
la historia que alguien, fuera de su imaginario,
le susurraría al oído antes de dormir.

 "Ofelia", John Everett Millais.   










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